Aquellos que se dedican desde hace años al mundo de la agricultura saben que este no es sólo un medio para ganar dinero, sino que es toda una filosofía de vida capaz de aportar grandes valores a las personas.
Por suerte, cada vez son más las personas que, no teniendo relación con el campo, se han dado cuenta de esto. Es el caso de los numerosos colectivos vecinales de ciudades de todo nuestro país que, viendo que en su barrio había solares abandonados, decidieron crear en ellos huertos urbanos en los que trabajan de manera colectiva.
El objetivo principal que persiguen no es tanto abastecerse de productos agrícolas como generar lazos entre los vecinos quienes, al trabajar de manera conjunta y organizada, se descubren los unos a los otros (costumbre que tristemente se estaba perdiendo en las grandes ciudades).
Por ello, alrededor del huerto suelen organizar talleres, por ejemplo, para enseñar a los niños nociones básicas de agricultura, como plantar semillas o regar, que les hacen entender la vida de una manera más natural.
Estos huertos suelen contar con la labor de hortelanos con experiencia, sin cuya sabiduría no podrían ser lo que son.
Sin duda, ¡una gran iniciativa!